El "silencio" de las Escrituras ¿permisivo o prohibitivo?

Por Josué Hernández.

Esta es una cuestión que ha desatado la controversia, desde los albores de la humanidad, cuando el hombre se ha visto enfrentado al “silencio” de la palabra de Dios.

El silencio de las Escrituras ¿es permisivo o es prohibitivo? ¿Permite el silencio de las Escrituras hacer todo lo que Dios no ha prohibido? ¿Hemos de respetar o ignorar el silencio de las Escrituras? La respuesta a estas preguntas determinará nuestro destino eterno. Hemos de responder sabiamente para agradar a Dios y alcanzar la vida eterna. Por supuesto la misma Escritura nos ayuda a responder estas preguntas.

El silencio bíblico parece no importar al religioso promedio que está habituado a proceder de acuerdo al reglamento interno de su denominación y a la tradición religiosa que le rodea. No obstante, para quienes respetan a la Biblia como la palabra de Dios (2 Tim. 3:16-17) la cuestión del silencio Escritural es crucial y determinante.

Desde ya podemos afirmar, sin temor a equivocarnos: “Lo que no ha sido bíblicamente permitido está prohibido”. ¿Por qué? Porque Dios permite lo que ha revelado, lo que está descrito en su ley. Ninguno de nosotros ha de esperar que Dios permita lo que no está libremente permitido o descrito y es contrario a su palabra.

No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos” (Mat. 7:21).

¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?(Luc. 6:46).

Para entrar al reino de los cielos es preciso quedarnos dentro de la voluntad del Padre celestial, dicha voluntad nos ha sido revelada a través de Jesucristo (Heb. 1:1-2). Nadie puede llamar legítimamente a Cristo “Señor” y a la vez desobedecerle yendo más allá de lo que él ha ordenado con la excusa: “Cristo no lo ha prohibido explícitamente”.

A la luz de las Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, el silencio de las Escrituras ha sido siempre prohibitivo. Jamás quien traspasó la palabra de Dios, para hacer lo que Dios no había ordenado, fue bendecido. Jamás Dios aprobó que el hombre participara de cualquier práctica religiosa que no era revelada por su palabra.


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A su servicio en Cristo

Josué Hernández A.
La Serena. Chile.