La rebeldía de los “indignados”

Por Josué Hernández

Miles de “indignados” de todo el mundo han salido a las calles en cientos de ciudades de todos los continentes para exigir un cambio global, lanzar una crítica al poder político y protestar contra las consecuencias del funcionamiento de los mercados y la banca, contra los recortes o contra la precariedad en el empleo, etc.

Dicho “movimiento ciudadano” ha llegado a Chile, con marchas convocadas en Santiago y en otras ciudades del país para pedir lo que ellos llaman “verdadera democracia” y respuestas a las llamadas “urgencias sociales”.

Unas setenta organizaciones han planificado una jornada de protesta, cuando se cumplen cinco meses del movimiento 15-M (nacido en la madrileña Puerta del Sol una semana antes de las últimas elecciones municipales y autonómicas en España). Sobre la mesa de discusión estuvieron el conflicto estudiantil que desde mediados de mayo sacude al país (Chile), así como las manifestaciones por el medio ambiente, las huelgas de trabajadores y los paros ciudadanos en Calama y en Punta Arenas para pedir más recursos al Estado central.

A la luz de las Escrituras, semejante “movilización ciudadana” es fruto de una pecaminosa rebeldía, un atentado contra la autoridad gubernamental. Y a la luz de todos los hechos, dichas manifestaciones están vinculadas a grupos de extrema izquierda con una clara ideología política bajo la manga.

El pecado de las protestas: La rebeldía.

Es pecado resistir la autoridad establecida por Dios (Rom. 13:2). El apóstol Pablo dijo: Sométase toda persona a las autoridades que gobiernan; porque no hay autoridad sino de Dios, y las que existen, por Dios son constituidas” (Rom. 13:1 LBLA). Para comprender más aún este mandamiento hemos de considerar que Pablo expuso este mensaje de Dios cuando regía la dictadura romana bajo el gobierno de Nerón. La vida de aquellos días no se compara con las condiciones sociales que podemos disfrutar ahora y de las cuales reniegan los disconformes “indignados”. Sin exagerar, las condiciones sociales de hoy son un “paraíso” en comparación a las muchas desigualdades sociales que sufrieron los hombres de antaño.

Dios es el autor del orden, no de la anarquía y la confusión, Dios está opuesto a toda forma de rebeldía y desorden. No hay excusa para pecar. La búsqueda de mejores condiciones sociales por parte del incrédulo materialista no lo exime de su responsabilidad delante de Dios. No existe la “ética circunstancial”. Lo malo siempre es malo, aún cuando ahora vivamos en pleno siglo XXI. “…Hagamos males para que vengan bienes?” (Rom. 3:8).

En la vista del incrédulo, la rebeldía contra lo establecido es “heroísmo”. En la vista de Dios es rebeldía.

No importa la forma de gobierno bajo la cual vivamos. El cristiano tiene que estar subordinado al sistema de gobierno bajo el cual viva (Rom. 13:1-7).

En medio de las desigualdades sociales de su tiempo, el Señor Jesús dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios(Mat. 22:21). El apóstol Pablo, escribiendo al evangelista Tito, insistió Recuérdales que se sujeten a los gobernantes y autoridades, que obedezcan, que estén dispuestos a toda buena obra” (Tito 3:1). El apóstol Pedro ordenó por el Espíritu: “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey, como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo de los malhechores y alabanza de los que hacen bien. Porque esta es la voluntad de Dios: que haciendo bien, hagáis callar la ignorancia de los hombres insensatos” (1 Ped. 2:13-15).

El mandamiento de la sujeción al Gobierno fue obedecido uniformemente por todos los fieles cristianos primitivos. Pablo afirmó: de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias” (1 Cor. 4:17). Todos los cristianos debían sujetarse, sin excepción, incluso los esclavos debían obedecer a sus amos terrenales en todo (comp. Ef. 6:4-8; Col. 3:22-25), tanto así que el apóstol Pedro dijo: “Criados, estad sujetos con todo respeto a vuestros amos; no solamente a los buenos y afables, sino también a los difíciles de soportar” (1 Ped. 2:18).

Jamás un fiel cristiano protestó contra el Gobierno imperante. Ellos sabían que resistir (oponerse, desafiar) a la autoridad era pecado y estuvieron dispuestos a dar su vida, en obediencia a Cristo, a pesar de las injusticias que les azotaban a diario. ¿Por qué actuaron así? Porque estaban motivados por la esperanza de la vida eterna (1 Ped. 1:3-6). Pero ¿qué esperanza tienen los incrédulos que sólo buscan simple y llanamente “soluciones” que mejoren su condición en esta vida terrenal? No es extraño que protesten y se opongan, ellos no tienen esperanza (1 Tes. 4:13).

Por supuesto, debemos mencionar que sólo en caso de que nuestros Gobiernos demanden un proceder que como discípulos de Cristo no podemos hacer, entonces tendremos que desobedecer en lugar de estar en sujeción (Hech. 4:19; 5:28,29). Pero, debemos considerar que dicha desobediencia al Gobierno (para obedecer a Dios) no se basará en la búsqueda de “soluciones sociales” sino que estará ligada al ámbito espiritual para servir fielmente a Dios.

Demandas Sociales

Es inconcebible a la luz de las Escrituras la caída de todos los sistemas de gobierno (como buscan algunos movimientos antisistema). Sin gobiernos en la tierra, no habría ninguna seguridad de vida y de propiedad. El salvajismo, el desorden y el caos dominarían; por supuesto semejante escenario jamás ocurrirá. La propia naturaleza del hombre demanda la existencia del Gobierno (que Dios ha instituido) para beneficiarle con su autoridad. Es decir, nosotros necesitamos un sistema que nos gobierne.

Es lógico pensar que los grupos disconformes con el Gobierno pretenden la existencia de un “modelo distinto” (como varios líderes de estos grupos han manifestado), y por supuesto alguna cúpula gubernamental tendrá que dirigirlo.

Siempre que el hombre se rebela contra lo establecido tiene algún plan en mente, algún cambio, una innovación. Esto es similar a lo que sucede cuando algunos descalifican la “junta de varones” u otros principios de la naturaleza y obra de la iglesia. Los que descalifican lo hacen porque tienen una innovación en su agenda, debemos estar atentos.


Josué Hernández A.
La Serena. Chile.